Si extrapolamos está dinámica de ir pensando lo cotidiano en el quehacer pedagógico chileno nos podemos encontrar con más preguntas que respuestas, con más dificultades que ventajas, con más incertidumbres que certezas. Lo anterior, no es producto solamente de un sistema que presenta una segmentación entre quienes tienen acceso a una mejor educación (producto de mejores ingresos económicos o porque las condiciones laborales de las (os) profesores del sector público son de inestabilidad y con una deuda histórica vigente), el problema tiene un fondo más profundo. Es poder reconocer que, al momento de experimentar esta crisis de salud, el sistema educacional en Chile también está en crisis. Lo anterior tiene una serie de coyunturas y, una de las más profundas en términos cotidianos, es que no existe un principio donde se pueda sostener una orientación, con objetivos claros y marcos curriculares a los que es posible recurrir ante la ausencia de clases presenciales. En este aspecto, es preocupante ver como la educación en nuestro país, carece de un sentido a pesar de las múltiples reformas que se han ido creando, es decir, las prácticas pedagógicas más que ir fortaleciéndose se están debilitando, en los diversos actores que componen el ecosistema educacional.
En una entrevista respecto a la reforma a la enseñanza de la filosofía, la profesora Carolina Ávalos Valdivia, enfatizaba la posibilidad de poder interrogarse respecto a lo cotidiano y la búsqueda del sentido de la vida desde una dimensión política. Al parecer, estas palabras hacen eco, en estos días, donde el covid 19 que sin “querer queriendo” nos invita a sumergirnos en nuestro mundo interior y también en el sentido de lo colectivo, para poder examinar críticamente nuestro actuar cotidiano y de la Educación en Chile.
Autor: Javier Huiliñir Curío, Temuco, región de la Araucanía.
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